Ayer me torcí un dedo del pie.
Esta mañana se ha despertado hinchado y morado. “¡Pobre de mi!” me dijo.

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Cojeando y dolorida, le llevé al médico. El ortopedista más cercano está en un centro de salud al lado de mi casa.
A este centro sólo le falta una bandera turca, pues todo el mundo allí dentro: médicos, enfermeros, personal, secretarios e incluso los pacientes son turcos. Todos menos yo.
Vivo en el barrio Wedding, en Berlín.

Cuarta planta: ortopedia. Cuando al fin llegó el doctor, me saludó con un “¡Merhaba!” y empezó a soltar una retahíla en turco que cortó, por suerte, al poco tiempo y se pasó de golpe a un alemán un tanto nefasto.
Le enseñé mi dedo chungo, y su expresión fue: “Oooouuuuhh… ¡Radiografía!”

CandelaPan-radiografía

Cuando teníamos la radiografía en la pantalla del ordenador, el doctor aumentaba y movía la imagen. Yo observaba y me pareció que todos los huesos estaban en su sitio.
El ortopedista colocó la flecha del ratón sobre uno de los dedos y exclamó: “¡Oh sí, está roto!”
Yo no podía creerlo. “¡Que no, hombre! ¡que ese no es el dedo!, es el de al lado” le dije, alucinada. ¿Este señor es médico? me pregunté. No mostraba un ápice de seguridad en lo que estaba haciendo. Cuando al fin se puso a examinar la imagen del dedo afectado, me dijo:
“Bueno, parece que no está roto pero esta sombra puede significar que esté ligeramente dañado, se curará solo” y me dio los papeles de la baja laboral y dos papelitos más. Con uno de ellos fui a la tercera planta para recoger un zapato rarísimo, feísimo e incomodísimo que utiliza la gente que tiene un pie chungo.

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En este cuartito había dos mujeres que se encargaban de dar a los pacientes prendas ortopédicas. Una de las trabajadoras estaba de los nervios regañando a una señora que se encontraba totalmente desorientada y que se dormía de pie.
“¡Ya le he dicho que aquí no puede entrar!, ¿qué le pasa? ¿está drogada? ¡Abra los ojos! ¡Devuélvame el tapón de mi rotulador! ¿Dónde lo ha dejado? ¡Busque en su bolso! ¡Váyase ya de aquí, fuera!” Yo estaba espantada ante la agresividad de esta mujer, qué ambiente más violento en un lugar donde se supone que ayudan a los enfermos.
La pobre señora drogada y medio dormida se fue.
Cuando salí de ese sitio horrible me fui a la primera planta y en el mostrador le dije a las recepcionistas que venía a que me pusieran un vendaje. Ellas se miraron entre sí, como si yo hubiera dicho algo en chino. Les enseñé el papelito que escribió el doctor: “Vendaje tipo teja” repitieron las palabras y se rieron, cuchichearon en turco entre ellas y me dijeron que eso no se hacía allí, que no lo habían escuchado en su vida.

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Yo no daba crédito, ¿me estarán tomando el pelo todos?
“Espere, ahora viene una compañera y le hace el vendaje.” Ese que nadie sabe cómo es…

CandelaPan-papeleraMientras tanto me di cuenta de que entre los papeles de la baja se encontraba la copia que debe quedarse el médico, se lo dije a un enfermero y éste me dijo: “Uy sí, esta es para nosotros” Acto seguido la arrancó, hizo una bola de papel con ella, la encestó en una papelera y se fue.

 

 

 

 

¿Será posible? Estuve esperando un poco y entre pensamientos desconcertados me llegó la lucidez y salí de allí pitando.
Una vez más me voy de ese lugar llena de indignación. ¡Una casa de locos! eso es lo que es. Me endilgaron un zapato inútil y horrendo por 10€ pero al menos me libré de ese escalofriante vendaje tipo teja.

CandelaPan-Vendaje-Teja-Zapato

FIN

Nota aclaratoria: Con este relato no pretendo en ningún caso infravalorar el ejercicio médico turco o a la comunidad turca de Berlín. No relaciono la nacionalidad con las aptitudes o profesionalidad de los individuos. Yo soy extranjera en Alemania y adoro que mi barrio sea tan multicultural y multirracial.

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